En Chile, la explotación de litio comenzó en los años 80 en el Salar de Atacama, convirtiéndose en uno de los principales productores a nivel mundial. Sin embargo, el aumento de la demanda global ha generado desafíos sociales y ambientales, especialmente en territorios indígenas, y ha impulsado un debate sobre los impactos de la extracción y la necesidad de respetar los derechos humanos y el medio ambiente.